domingo, 23 de septiembre de 2012

La historia del cacho


Muchas personas, principalmente jóvenes, ignoran que el cacho se empleo hasta hace poco como un medio esencial de comunicación.
En cada casa o por lo menos en cada vereda, existía un cacho con el cual se lograba establecer contacto casi que directo con el resto del vecindario. Con la sonada del instrumento los vecinos estaban atentos para descifrar el mensaje subliminar que el emisor enviaba. Para ello se establecía un santo y seña de manera que quien esperaba el recado, quedara entendido por completo. En muchos fundos se utilizaba el cacho para llamar a los obreros a la hora de servir las comidas.

La historia data de un reconocido ladrón muy querido en algunos hogares de veredas y vecindarios, por que robaba a los ricos para ayudar a los pobres. Cierto día una comisión de carabineros (policías rurales), rodearon la casa donde se refugiaba el ladrón, pero este fue alertado por los vecinos y se internó en la selva antes de que las autoridades llegaran. Allí le montaron cacería por espacio de varios días, pero el raptor había sido instruido por el dueño de la casa quien acostumbra a sonar el cacho dos veces para que los obreros viniesen a comer; la tercera sonada le advertía al ladrón que el peligro era eminente y por lo tanto debía permanecer refugiado en el monte, hasta tanto se desmontara la guardia de carabineros.

En algunas poblaciones de Casanare se utilizaba el cacho para informarle a los destinatarios que el correo había llegado y por lo tanto debían acercarse para reclamar encomienda. Pero el que sin duda inmortalizo al menguado instrumento de comunicación, fue el desesperado caminante quien por obligación debía ejecutar varios toques a las orillas de un caño ó Río crecido para que el diestro canoero trajera la canoa para abordar el caballo y demás elementos de su pertenencia, entre ellos la silla con los aperos. (Óigase en el audio No. 51 del Cd 50 toñecas de la radio). En algunos lugares del llano aún se mantiene la tradición.
Aisladamente se presentaban casos en el que la vecindad acudía masivamente a la  casa donde sonaba el cacho a altas horas de la noche, porque se trataba de una calamidad y había que atender el llamado. Por lo general se trataba de una persona grave y había que sacarla en hamaca al pueblo más cercano.
La persona que hacía sonar el cacho no requería de preparación en el arte musical, simplemente soplaba con práctica sobre la abertura ubicada en sentido diagonal en la punta, para emitir el sonido que se percibía a kilómetros de distancia dependiendo la dirección del viento. Para ello se requería un cacho hueco hasta la cresta.

El llanero lo sujetaba a un lazo de buen tamaño, y lo lanzaba a los esteros, lagunas o caños, y lo halaba lleno de agua para tomar y saciar la sed. Esta modalidad no requería abertura y fue conocida en todo el llano como el cacho de beber agua, muy utilizada en los trabajos de llano o en largas travesías del caminante. Con la ubicación de los primeros radio teléfonos en pueblos y caseríos, el cacho fue sentenciado a muerte, y años más tarde con la expansión del teléfono sumado a los avances tecnológicos que originó la telefonía móvil, se asesino y se sepulto para siempre el rupestre objeto casero, de manera que nadie lo refiere. Hoy la sociedad habla de cachos en sentido figurado, cuando en la pareja se presenta la infidelidad, síndrome común en todo el contexto mundial, y se oye en el común de las personas que un hombre sin cachos es un animal indefenso. ¿Será cierto?. ¡Probando es como se guisa!.

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