viernes, 11 de diciembre de 2020

A la memoria de doña Rosa Carmona «doña rosita», partera o comadrona araucana q.e.p.d. Crónica escrita en el año 2012

Allá en una humilde vivienda de estrato medio, asentada en el barrio meridiano 70, unos de los populosos sectores de la ciudad de Arauca, vive doña Rosa Carmona, doña «rosita» como cariñosamente la llaman sus amigos; una antigua partera considerada la comadrona de casi media Arauca. Con mirada lánguida pero con voz segura expresa las realidades y vicisitudes del humilde oficio, y hace un esfuerzo por recapitular aquellas andanza que marcaron el inicio de su profesión cuando en lomos de un burro sillonero y con escasos 21 años de edad, trochó los caminos de la vereda de Ele, jurisdicción del Municipio de Arauca, para atender el primer trabajo de parto. – ¡Ay hijito! – exclama – yo no recuerdo la fecha ni el nombre de la mujer, pero sí recuerdo que el parto era complicado ya que el niño estaba muerto y venia de pie. Cierra los ojos y en cuestión de segundos se sumerge en aquellos momentos gratos cuando un trabajo de parto salía bien, pero doloroso cuando un padre de familia se colgaba de sus brazos implorando que le calmara el dolor a su compañera. Haga lo que sea mama Rosa, pero no deje que mi mujer se muera Comenta. Y es que doña «Rosita» se siente privilegiada por el padre de las alturas puesto que en los 61 años que dedico al arte de ayudar a parir, nunca vio morir a una parturienta, siempre tuvo respuesta para un parto complicado. Yo le aprendí todos los secreticos y truquitos a mi abuelita; yo era niña cuando ella me ponía a que la acompañara y a lo que me mandaba yo iba calladita guardando todo en mi mente. –dice. Muchas comadronas aplicaban el poder de las plantas medicinales y uno que otro secreto fuera de lo común, y según «Rosita», cuando una madre no tenía fuerza para parir, hervía el hueso central de la Columba del temblador (anguila acuática que emite electricidad), para que recobrara aliento y se diera el paritorio normal. – Era rápido que parían hijitoasegura. La técnica fue producto de su imaginación y dice que le ayudo en esos momentos difíciles, cuando la muerte parecía arrebatarle a una parturienta de sus manos. Recuerdo que atendí un caso de una mujer con el niño muerto y estaba desmallada por completo; el esposo que se llamaba Ramón, me decía que sacara a la criatura con un gancho o con lo que fuera pero que le calmara el sufrimiento a la mujer y no se la dejara morir; le di a beber el agua del hueso de «temblador» y antes de la media hora el niño estaba afuera expresa la anciana con una leve sonrisa que acaricia su acanalado rostro como revalidando la efectividad de su experimentado invento.

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